En el año 1977 la revista el número 10 de la revista ”Mundo Desconocido” mostraba en su portada el siguiente titular: “¿Quien disparaba balas en la prehistoria?” junto con la foto del cráneo prehistórico, de un homo-sapiens, con 7000 años de antigüedad y un orificio de bala…
El orificio hayado en un cráneo de la cueva de Toll - Disparos en la prehistoria
En Moià, pueblecito cerca de Barcelona, se encuentra uno de los yacimientos prehistóricos que más dieron que hablar en el siglo pasado, la cueva de Toll.
La cueva, con más de 200 km de profundidad, se trata de un complejo coralino, con grutas y pasillos estrechos iluminados por la luz natural del sol debido a los orificios en su parte superior. Antiguamente sirvió de abrigo y refugio a grandes y pequeños animales de la época además de algunas familias de homo-sapiens.
La sorpresa llegó cuando los arqueólogos encuentran los restos de una mujer homo-sapiens de avanzada edad, unos 50 o 60 años – en aquellos tiempos el máximo que se vivía eran 30 años – lo que para nosotros serían unos 130 años, con un agujero en la parte frontal.
Al principio se pensó que podía ser un agujero de flecha o una trepanación, pero las características del orificio no concordaban con la hipótesis, pues era demasiado limpio. Se empezó a especular que era demasiado similar a los agujeros de bala producidos por un arma de fuego moderna. Pero, ¿armas de fuego en la prehistoria?, ¿qué clase de locura es esa?
Los últimos estudios forenses de la calavera de Moía revelan la verdad
Se decidió hacer un estudio con radio-escáner a los restos para averiguar la verdad, y la conclusión fue reveladora:
Las heridas no fueron provocadas desde afuera hacia adentro, sino al revés… Un cuerpo alojado en el cráneo salió hacia afuera provocando el orificio. Pero, ¿que pudo haberlo perforado?
Según el doctor Miguel Botella:
“Se trataría de un proceso infeccioso. Lo que se observa es la consecuencia de la salida de algún elemento desde los senos frontales. Podría haber sido provocado por una sinusitis crónica o un mucocele, es decir, una acumulación del epitelio de la zona que pudo haber sido infectado.
Además parece que el orificio quedó abierto y siguió supurando de forma crónica.”
Miguel Botella es contundente y claro en sus estudios. Además asegura que:
“No fue la causa de la muerte.”
Pero no acaba aquí la historia
Los otros cráneos prehistóricos con agujeros de bala
La calavera de Broken Hill
Años antes en 1921, Tom Zwinglar, descubrió en Kabwe (Zambia), antigua Rhodesia del Norte, los restos de un cráneo de 125.000 a 300.000 años de antigüedad. La calavera en cuestión presentaba un agujero de entrada en el hueso temporal izquierdo y daños por la cara interna del hueso temporal derecho, sin llegar a ser perforado.
La única conclusión, después de muchos estudios, es que era una herida de bala que le provocó la muerte…
Disparos de bala en animales prehistóricos
Además del cráneo de Broken Hill, como se llamó a este último -el cual se encuentra exhibido en el Museo de Historia Natural de Londres-, se encontraron otros restos con heridas similares, esta vez en un animal.
En el valle del río Lena, en Rusia, se descubrió la cabeza de un Uro -una especie de bóvido extinto hace 4000 años- el cual presentaba un orificio similar, que por sus características sugiere que el animal sobrevivió. Las muestras se encuentran expuestas en el Museo Paleontológico de Moscú, Rusia.
Nuestra conclusión
Tal vez no todas las muestras presenten heridas por causas similares, y posiblemente los restos del Uro tengan un origen similar a los del cráneo de la cueva de Toll. Pero el hombre de Broken Hill es otra cosa… El agujero de entrada presentaba forma de cono hacia adentro, al igual que un orificio de bala moderno. Y los daños en el hueso temporal derecho no concuerdan con los de la infección crónica.
Tal vez la historia no es como nos la han contado, y civilizaciones mucho más avanzadas de lo que creemos dejaron su huella, hace miles de años, con tecnología mucho más avanzada de lo que podamos imaginar. Por lo menos eso es lo que parecen sugerir otras muchas pruebas sin explicación de las que hablaremos en posteriores artículos.